VIDA CRISTIANA
En los diez mandamientos, la ley de Dios nos muestra cómo vivir y nos revela nuestra necesidad de Cristo.
Dado que Dios prefiere mostrarnos antes que decirnos cómo vivir, Jesús vino como ejemplo de la ley divina ejemplificada. En contraste a la observancia del sábado de su época, Jesús enfatizó el séptimo día como día de descanso y restauración. Observamos el sábado semanal al interrumpir nuestras tareas diarias de empeño personal, para dedicarnos a servir y bendecir a otros. El sábado es el don divino de libertad. Nos da tiempo para lograr la restauración personal, de nuestras familias y de nuestra relación con Dios.
Dios nos llama a ser sus mayordomos, y nos encomienda responsabilidades. Dios encomendó a nuestro cuidado la tierra, sus recursos y sus hijos. Un día cercano regresará. Tenemos que ser buenos mayordomos de nuestro tiempo, energía y cuerpos; el medio ambiente, los recursos materiales y de nuestros prójimos. Como cristianos, no buscamos tan solo nuestros propios intereses sino el panorama general, según el cual pesamos nuestras acciones a la luz de los planes divinos, sabiendo que Dios los bendecirá.
Dios desea que vivamos en integridad y equilibrio, que cuidemos de nuestro cuerpo, refinando la mente y alimentando el espíritu. Como sabemos el elevado precio que Cristo pagó para redimirnos, deseamos glorificar a Dios en cada aspecto de la vida. A medida que el Espíritu vive en nosotros, deseamos glorificar a Dios en cada aspecto de la vida. Buscamos entonces elevar a otros y personificar la gracia divina en nuestras acciones e interacciones. Como dedicados testigos de Dios, hacemos progresar sus prioridades en nuestra utilización del tiempo, consumiendo solo lo que alimenta la mente y el cuerpo, y considerando nuestro impacto sobre nosotros, las demás personas y la sociedad.
Dios nos creó a su imagen, hombre y mujer. El compromiso matrimonial para toda la vida es el plan divino para que su pueblo disfrute de unión y compañerismo, apoyándose y elevándose mutuamente. El plan de Dios es que los niños crezcan en un ambiente de amor y disciplina. Aunque las familias sufran rupturas, todas pueden ser parte de la familia de Dios.